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Caminar al encuentro 2

Este sábado, 25 de enero, personas ecuatorianas y venezolanas en general, e integrantes del Nido de Protección de la Fundación Alas de Colibrí y de la Asociación Civil Venezuela en Ecuador, en particular, caminamos al encuentro. Aproximadamente, 60 minutos tomó arribar de la Terminal Terrestre de Carcelén hasta la Sala de Cine y Teatro Aya Hatariy, ubicada en la Súpermanzana “C” del populoso barrio Carcelén Alto, al norte de Quito-Ecuador.


Sobre las diminutas veredas que rodean las pequeñas lomas cercanas a la Terminal, observando la chukirawa (flor del páramo andino) y por las veredas un poco más amplias en la parte más urbanizada de Carcelén, las caminantes fuimos acompañadas por las miradas de las transeúntes y de las pasajeras de los autobuses, durante el trayecto seguido, pues el acto de caminar es cada vez menos común en la ciudad.


Entre conversaciones de pares y pasos breves, la caminada llegó a un remanente de la que fuera una de trece paradas del sistema de transporte urbano Corredor Norte, infraestructura abandonada hace casi dos décadas por el municipio. Espacio denominado Nido de Vidrio y ocupado como galería por la mutual creativa “papelito no más es” (PNME), durante cuatro años; hasta que en parte fue derrocado, pues todavía permanece una plataforma a modo tarima o escenario.


Ya en el teatro, una vez más, las empanadas y la chicha venezolanas revitalizaron a las caminantes, antes de que la obra de danza “Canción de Cuna”, del grupo de Artes Escénicas de la Fundación Cultural Aya Hatariy, diera la bienvenida. Esta breve obra apeló a la integración suramericana, por medio de la expresión corporal y la música.


PNME compartimos cómo surgió y en qué consistió el proyecto de creación Paisajes migrantes andinos (PMA), por mediación de la Muestra Mínimal Portátil, la misma que alude al desasimiento de las materialidades y el ligero equipaje, propio de la naturaleza del viaje y, ciertamente, mucho más cuando es emprendido a pie. Muestra trasladada en la antes mochila de la patria[1] y ahora mochila PNM.


Mientras la palabra hablada protagonizaba el segundo momento, extrajimos de la mochila PMA nueve series fotográficas de derivas en ciudades capitales y fronterizas de Ecuador, Colombia y Venezuela, y 21 series fotográficas de encuentros y conversaciones con las personas migrantes venezolanas de a pie, con quienes encontramos y con quien convivimos en el camino, y a partir de los que reconstruimos 21 crónicas.


También, 21 dibujos-mapas realizados por las conversadoras-cocreadoras in situ, en el tiempoespacio del encuentro; un objeto portátil contenedor de otros objetos y un collage visual conformados por objetos y papeles recogidos en el camino. Un collage sonoro de voces y ambientes y su interpretación en lengua de señas ecuatoriana, plasmada en un video. Cada pieza de la muestra fue montada en el espacio escénico, tan pronto sacadas de la mochila, de manera que fueron apreciadas por las personas asistentes una vez finalizada la conversación.


Seguido, Víctor S., un ciudadano venezolano, compartió la vivencia migrante de a pie, especialmente, desde lo corporal, las sensaciones y lo sentido. Daniel Regalado, presidente de la Asociación Civil Venezuela en Ecuador, hombre criado en Caracas no solo por su madre, sino por su nana guayaquileña, comentó su experiencia como miembro consultivo de derechos humanos y de la naturaleza para el Distrito Metropolitano de Quito y de la Defensoría del Pueblo de Quito.


Finalmente, Carlos Torres, un migrante venezolano que llegó a Quito hace cinco años, contó que escogió a Ecuador como país receptor para radicarse, porque este es el país donde nació su padre, Don Chefito, un ecuatoriano que en 1950 emigró de Guayaquil a Maracaibo, Venezuela. Junto a estos tres representantes de la comunidad venezolana en Ecuador, desde sus historias y reflexiones personales, destacamos el hecho de que sobre la condición de migrantes está la condición de seres humanos. Así como la apuesta por convivir en un mismo territorio entre personas de distintas procedencias, por medio de la integración cultural.


Al finalizar el encuentro, Nubia Uribe, una migrante de San Cristóbal, del estado de Táchira, comentó “Me hiciste llorar”. Especialmente, esperamos haber calado en las personas ecuatorianas participantes, a quienes invitamos a ver a las demás personas a los ojos y brindar una sonriente mirada, ejercicio mínimo y trascendental con el que se espera reconocernos y minar fronteras que impiden mirarnos en las otras personas y sentir empatía por ellas.



[1] El gobierno venezolano entrega anualmente una mochila escolar tricolor a todas las estudiantes de escuelas estatales, junto a cuadernos y otros útiles escolares. Una de estas fue intercambiada con una de nuestras mochilas a Saori, una niña caraqueña.

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