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Cosas que nada más las vive quien camina

Un trío de jóvenes hombres confiaron sus cabellos a las manos de barberos voluntarios de la Fundación Colombo-Venezolana “Nueva Ilusión”. Una vez terminados los cortes agradecieron, así como por los alimentos recibidos. Tomaron sus mochilas y se dispusieron a seguir caminando. Nosotras nos presentamos y preguntamos si podíamos caminar juntas. Ellos se dirigían al centro poblado de Cúcuta, en busca de algunos amigos de Ronald A. (23 años), quienes, seguramente, los acogerían aquella noche. Y así fue.


De casualidad encontramos la fundación, en el sector Los Patios, y a estos caminantes mientras andábamos desde el corazón de Cúcuta hacia el kilómetro 8 vía Pamplona, hasta la intersección de la vía donde otro camino dirige directamente al sector de La Parada, a escasos metros del Puente Internacional Simón Bolívar, por ser otra ruta de las caminantes-migrantes. Ryan P., un joven venezolano (16 años) voluntario del lugar, invitó a pasar y presentó a otro voluntario, Luis Alfonso A. (56 años), un colombiano residente en Venezuela durante décadas, que retornó a su país hace escasos años, por la crisis venezolana.


Ellos brindaron un plato de colada dulce y otro de arroz relleno; hicieron lo mismo con varias migrantes que allí iniciaban el proceso migratorio, la mayoría residentes del sector y otras que retornaban a Venezuela, como Ronald, quien caminaba con Omar M. (19 años) y Yaudín P. (30 años). Antes de migrar, Ronald, entre otras cosas, rapeaba y hacia hip hop.[1] Él también migró entre caminando y en aventón, desde el barrio Sabaneta, en Sarare, estado de Lara, hasta Chile, hace dos años y dos meses. Salió por su familia, pues según comenta, “no todos emigran por la misma razón. Muchos emigran porque le deben a la ley, [...] por problemas personales, otros por la salud. [...] Yo, por ejemplo, lo hice porque el trabajo de mi papá no abastece en nada en la casa”.


Decidió regresar porque enviar dinero a la familia es muy complicado. Apenas en dos ocasiones envió algo a su hija, pues lo ganado tan solo alcanzó para comprar cosas personales, pagar el arriendo y los servicios básicos. Regresa a Venezuela con la idea clara y fija de emprender en el comercio: “A mi papá le gustaba hacer pan de yuca y me decía ‘vamos a hacer pan de yuca’. Yo le decía, no, pa’. ¿Para qué vamos a hacer pan de yuca?, vamos a comprar panes en la panadería. Tiene un horno allá en mi casa y todo. O que si vender mandarina, son cosas que allá abundan y no se hacen. A lo mejor, por eso, el país también está así, porque no aprovechamos lo que tenemos”.


Entre tantas palabras y contenidos que Ronald compartió respecto a la experiencia de mochilear,[2] como él mismo define esta viviencia, destacamos dos. Por un lado, disfrutó más en el mismo camino antes que establecido en un solo sitio: “En Ecuador me fue bien, pero sentí que la pasé mejor con las amistades que hice en el camino, los paisajes que conocí en el camino. Cualquier persona que viaja en un bus nunca va a saber lo que es bañarse en una cascada, [...] conocer los ríos, [...] porque nunca se van a bajar del autobús a hacer eso. Esas son cosas que nada más las vive un caminante”.

Ronald contó que viajar era uno de sus sueños, pero que le hubiera gustado salir de turista. Tan pronto dicho esto, revaloró y pesó sus palabras y comentó: “aunque siendo un turista no hubiera visitado los paisajes que visité siendo caminante. Siendo caminantes visitamos ríos, cascadas, hicimos comida debajo de los puentes, al lado del río, y eso nos hizo más fuertes, porque ya sabemos lo que vamos a pasar. Eso también nos ayuda a nosotros a utilizar todas las riquezas que tenemos en el país de nosotros y a ver lo que estamos desperdiciando”.


Por otro lado, el relato de Ronald da cuenta de la hermandad que el camino provoca. Esto lo ejemplifica cuando comenta que no hace mucho de nuestro encuentro se acababan de separar de otros caminantes con quienes venían desde Bogotá. “Uno se encariña con las personas en el camino, porque son compatriotas de uno y andamos en la misma lucha, y bueno, hay que andar cuidándose entre todos, porque la unión hace la fuerza. Tenemos que cuidarnos entre todos. Todos andamos solos, pero si a él le iban a hacer algo, todos salir por él”.


Irse de casa tan solo con una mochila en la espalda es una experiencia asumida “por una necesidad que le manda a la calle”. Lo mínimo que se aprende y refuerza en la práctica durante el camino es a convivir por medio del compartir. Por ejemplo, la comida era dividida en partes iguales entre las personas presentes. También habían “parceros[3] colombianos que convivían con nosotros. Igualmente les dábamos. [...] Todo mochilero que vaya y se le agota los recursos, termina hasta comiendo de la basura”.


Convivir con personas que apenas se conoce en condiciones muchas veces de calle hace que aquellas relaciones sean entrañables en tanto duran, y hasta, según concluimos al escuchar a Ronald, trasciende no solo en la memoria, sino también en el afecto. “La hora de despedirnos es trágica. Preferimos no mirarnos a la cara y seguir, y ya, cuando estamos adelante [sic] nos miramos los que estamos caminando”. Entonces, mediante el recuerdo expresado en palabra, tratan de asimilar que tal colega del camino agarro otro rumbo. “Ninguno se ha atrevido a parar, [decir] me voy mano,[4] nos vemos. Todos se han abierto sin decir nada. Ya cada quien sabe el destino, entonces cuando llegamos al lugar seguimos caminando normal, y uno se da cuenta y ya no está al lado de nosotros”.


Después de más de dos horas de juntas caminar, llegamos al centro de Cúcuta. Cenamos y fuimos al Parque Santander o de las palomas, como también le dicen. Ronald contactó a sus amigos por medio del Facebook, y uno llegó al rescate -como dijo Ronald- en menos de una hora. Entonces, nosotras también seguimos nuestro camino, pero diciendo adiós y hasta la próxima.


[1] Anteriormente llamado “Lacra” y ahora “LK”. Ronald manifiesta que una vez llegue a Venezuela retomará este proyecto artístico. Para verlo en una batalla de freestyle de rap, visita https://www.youtube.com/watch?v=brh4iX7fFs8

[2] Viajar con escasos recursos, generalmente, por vía terrestre.

[3] Parcero, modismo colombia que significa amigo.

[4]Mano, diminutivo de hermano. Personalmente, también nos remite a nombrar a alguien que es parte importante de una misma comunidad y de una misma como persona.

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