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La fuerza y el poder del clima

Actualizado: 17 dic 2019


Todas las personas venezolanas que tuvimos la fortuna de encontrar y conversar en el camino Quito-Caracas coinciden en destacar el frío del Páramo colombiano, los desencuentros con "los hinchas" en Colombia;[1] y que todas las venezolanas pagan por las inadecuadamente actuaciones de unas pocas, y son juzgadas tal cual si ellas hubiesen cometido alguna falta.


Si bien, varias han tenido experiencias vivenciales al respecto, otras tantas conocen estas historias por la información de boca a boca[2] que llega hasta Venezuela por las mismas viajeras. Información básica que llega a oídos de toda caminante que emprende la migración pedestre hacia los otros países andinos, por la frontera San Antonio del Táchira-Cúcuta.


Eduardo S. (23 años) llegó a Bogotá entre caminando y haciendo cola.[3] Salió de la localidad venezolana de Valencia, el 14 de febrero, y llegó el 18 de marzo del presente año. Se fue con un amigo del barrio y una vez en Cúcuta conocieron a una chica caraqueña que vendía café. Permanecieron algunos días en la ciudad probando suerte. Ella los ayudó ni tan pronto llegaron y las tres siguieron el camino hacia el sur.


Para Eduardo, lo más duro del camino fue subir el Páramo de Pamplona, ubicado en el departamento Norte de Santander "era un pedazo demasiado largo. Yo pensé que no iba a llegar nunca. Hay mucho frío, las nubes pegan del cerro. Uy!, no. Demasiado descomunal. Ahí fue que conocí lo que es el frío."


Las caminantes suelen ser advertidas de las condiciones adversas por las habitantes del sector. Muchas deciden permanecer por la noche en el refugio más cercano, y continuar el camino con la llegada del sol del nuevo día. Ahí obsequian una prenda plástica que concentra el calor corporal, pues los pullover son insuficientes para enfrentar el frío.


Eduardo no presenció el fallecimiento de alguna caminante por la intensidad del frío, "no vi que se haya muerto alguien, pero si vi gente que se quedaba muy en el frío. Si me han contado que sí ha habido gente que se ha muerto en ese páramo, pero no logré ver gente así, falleciendo por el frío”.


Este caminante cuenta que las manos se le congelaron por completo. "Con el encendedor me pasaba completico por las manos. Agarraba la candela para poder sentir el calor. Era lo mejor que podía hacer para quitarme el frío”.


En cambio, Brayan José G. (19 años), del estado venezolano de Trujillo, se fue con dos amigos hace nueve meses. Como es una constante, cuando la migración se realiza por esta ruta, el recorrido entre caminando y haciendo cola inicia en Cúcuta (Colombia). Caminaron desde allí hasta Bucaramanga durante siete días y luego hasta Bogotá. Brayan aprendió a hacer cola, e intercalaba esta manera de movilizarse con el caminar.


Al igual que Eduardo, Brayan pernoctó en el refugio del Páramo de Pamplona. Al siguiente día, vistió toda la ropa que traía en su mochila y salieron a caminar. Después de tres horas, sintió demasiado cansancio, le dolían las piernas y el corazón; sentía ahogo, y decidió sentarse por un instante.


"Me senté cinco minutos, y los muchachos estaban ahí parados, caminando. 'No te sentés', me decían ellos, porque se te van a dormir las piernas, porque el cuerpo está caliente". Cuando intentó pararse, no pudo. Se cayó al suelo. "Y los muchachos me llevaron cargando casi una hora. Las piernas no las sentía". Después, poco a poco, fue recuperando la sensibilidad. Sus labios también agarraron la coloración violácea propia del congelamiento.


Toda emigrante venezolana de a pie que hace este recorrido conoce la adversidad climática de las zonas colombianas de Pamplona, Berlín y Tunja. Por esto, pocas se arriesgan a caminar este trayecto y aprovechan las mulas[4] que llegan al refugio, ofertando llevarlas a cambio de un costo. La mayoría decide pagar.


Brayan tampoco vio morir a alguien por el frío; pero, en el refugio de Bucaramanga, "llegó un carro que traía a una muchacha, la recogió en el páramo ese, el señor. La muchacha estaba casi... no sé si estaría muerta, pero estaba tiesa. No podía agarrar ni la maleta, del frío”.

Si bien, algunas personas migrantes pedestres venezolanas han muerto en algún punto del trayecto del páramo, y tantas otras han sentido la fuerza y el poder del frío de la Cordillera de Los Andes en este éxodo, son pocas las fallecidas confirmadas y registradas en los medios de comunicación. No obstante, en el camino se transmite oralmente historias relacionadas a la muerte por hipotermia, que mientras más se repiten más se tornan en mitos.


[1] Según la mayoría las personas emigrantes pedestres venezolanas con las que hemos conversado, los hinchas son grupos de jóvenes colombianos pertenecientes a determinados clubes de fútbol que en nombre de aquello agreden y violentan físicamente a quienes son de un equipo contrario al suyo. Organizaciones conformadas de entre 8 y 20 personas, aproximadamente, que además asaltan a las emigrantes venezolanas que hacen cola, al abordar los vehículos en pleno movimiento en indeterminadas zonas de las carreteras.

[2] Dicho popular que refiere a la transmisión orales de información.

[3] Dicho popular venezolano que refiere al acto de pedir traslado gratuito a los vehículos que transitan las carreteras.

[4] Camiones de carga pesada.

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