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La vida como producto

Actualizado: 22 ene 2020


Madaí L. (36 años) es una anti-bailarina, artista y orfebre de Caracas, del estado venezolano de Miranda, que hasta el día de hoy no ha emigrado del país y se mantiene matando tigre,[1] en la capital de Venezuela. Mujer observadora e informada de pensamiento sentido y analítico frente a la actual situación. Aun cuando no cuenta con una experiencia migratoria propia, ni de familiares o amigas cercanas, sino que es espectadora de la experiencia de conocidas y desconocidas, sus palabras respecto al proceso migratorio también resultan importantes.


Pese a que Madaí recalca que el contexto venezolano actual es el resultado de varias razones, destaca la introducción del dólar virtual y la capacidad adquisitiva, pues determinan estilos de vida conforme las nociones que se tenga de la vida. En lo real, la manipulación del valor del dólar virtual -que ella lo considera falso- generó escasez de ciertos productos tras la elevación de los precios, incluidos aquellos de producción nacional.


Otros productos como los de la industria higiénica (toallas sanitarias, papel toilette, toallas húmedas, shampoo, acondicionador y desodorante), que no satisfacen las necesidades básicas, considera “que no son indispensables para la vida, pero que la sociedad contemporánea te dice que si no los tienes no puedes vivir”.


En base a esto, Madaí considera que la identidad cultural “se ha construido a partir de marcas”, como algunos productos procesados venezolanos tradicionales: el panqué “11 11”, la chicha “El chichero”, el chocolate “Saboy” y la harina “P.A.N”, por ejemplo. De manera que la cultura venezolana, según ella, también está determinada por un tipo de consumo desmedido y que hace tiempo atrás alienó la filosofía de asirse de materialidades y experiencias, al momento de satisfacer las necesidades básicas.


Siendo así, entonces, se estaría desvirtuando nociones esenciales, en este caso relacionadas a la alimentación, por supuestos perversos como que lo importante no sería la harina para realizar las añoradas arepas venezolanas, y con ello tampoco el maíz blanco[2] del que se obtiene la harina. Sino que lo importante sería la marca de la harina con la que se hace el supuesto alimento.[3] “La gente siente que les han robado la vida, porque no tienen esos productos”.


De manera que migrar, específicamente, a Colombia es suficiente para acceder a estos productos procesados. País en el que abundaba y abunda la producción venezolana, aun cuando en Venezuela escaseaba y, depende del producto, sigue escaseando. “Parece que se lo llevan para allá, o no sé cómo es el cuento, pero allá, [Colombia], sí hay y acá no”.


Ante esto, cabe decir que otra opción es participar en las famosas “excursiones” a Cúcuta (Colombia), impulsadas por emprendedoras que las promocionan por medio de afiches colocados en el espacio público, por ejemplo, en el Metro de Caracas,[4] como aquel que dice: “Sin límites de compra, regreso asegurado”. [5]


Madaí considera que las políticas gubernamentales han fracasado para evitar que el dólar virtual rija la economía real de Venezuela. En el mercado, se vende a un precio más alto del que vale. “Aquí el dólar aumenta a diario o puede que baje. Es simplemente una estrategia para subir [el precio de] todos los productos, y luego los productos no bajan, porque el dólar [virtual] cuando baja, nada [más] baja. Es un país donde hasta el dólar se devalúa”.


Fuera quedan otras razones que, según Madaí, provocaron y siguen provocando la migración venezolana; sin embargo, queremos mencionarlas: la influencia de la baja del costo del petróleo; el bloqueo extranjero; una experiencia en tanto que tendencia de la moda; el contrabando de dólares; la escasez y la especulación de la circulación de bolívares; la juventud y las ganas de aventurarse; por salud y solventar tratamientos médicos; y por ser parte de una campaña mediática emprendida desde hace casi una década, mucho antes de que la migración venezolana sea un hecho devenido en crisis regional.


Madaí da una pista clara para seguir divagando en este recorrido respecto a ¿quién es la persona venezolana que va a los otros países andinos? Ella refiere que, generalmente, la clase media emigra a Miami; quienes tienen más posibilidades económicas van a Europa; y otra opción es Argentina.


Mientras que “los pobres cruzan a pie a Colombia o a Brasil, porque, bueno, digamos que tú cuentas solamente con los recursos de producción que es solamente tu propio cuerpo. Todo depende de si tienes dinero o no. Sino te lanzas como se han lanzado los mexicanos a Estados Unidos, o cómo la caravana que vino de Centroamérica tratando de llegar a los Estados Unidos”. Así, se confirma, una vez más, aquello apreciado en el camino: quien emigra caminando en el mundo contemporáneo es la persona pobre.


En todo caso, Madaí está convencida que la mayoría de personas venezolanas, sin distinción de clase, “sienten que la vida no está en la vida sino que está en las cosas que tienen. Entonces, bueno, como que… es complejo. [...] La realidad no es lo material, la realidad es lo que la gente cree que es. Está en la cabeza de cada uno. Y si la cabeza de cada uno ha sido formada con todas estas ideas mediáticas, que han convertido nuestra vida en una mercancía, entonces la vida es eso, ¿no? Se va transformando en eso”.



[1] Dicho popular venezolano que refiere a trabajar haciendo de todo, informal y casualmente, a fin de conseguir recursos económicos.

[2] En el medio ecuatoriano, conocido como morocho.

[3] Creemos que se trata de un supuesto alimento aquello elaborado con productos procesados. En este sentido, es sabido que mientras más procesados los productos, menos alimentos son.

[4] Mirar la foto adjunta.

[5] Revisar la décima tercera crónica: Sobre el comercio, buscándose la vida. https://paisajesmigrantesand.wixsite.com/misitio/post/sobre-el-comercio-busc%C3%A1ndose-la-vida

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