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Luis B. / Verónica Dantes

Actualizado: 17 dic 2019

El primer día de deriva en la ciudad de Ipiales, la mirada fue captada por una mujer transgénero refinada y delicada, alta y delgada, con corte de cabello de moda y algo maquillada. Ella caminaba con algunos colegas por la vía que lleva y trae mochileros hacia y desde Rumichaca. Dimos alcance al grupo y justamente a ella le contamos nuestras intenciones, pero, según explicó, no era el mejor momento porque el grupo buscaba un lugar para descansar.


Después de un par de días caminando la ciudad, preguntamos a un señor a dónde conducía la calle en la que nos encontrábamos. Después de llamar a una de nosotras “veneca”[1], nos recomendó que vayamos al Hogar de Paso Buen Pastor, creyendo que buscábamos refugio, seguramente, por hallarnos cerca de dicho lugar. Allá llegamos para intentar encontrar a alguien con quien conversar.


El hogar estaba cerrado, pues aquel lunes era fiesta nacional y feriado en Colombia. Entonces, divisamos a una figura femenina, quien venía en dirección al mismo lugar donde estábamos; sin más, lo nombramos como nos indicó en el primer y fugaz encuentro: Luis. Al reconocernos emocionada nos abrazó diciendo: "alguien conocido".

Sola y melancólica estaba. Sus colegas habían agarrado sus propios caminos. Juntas llegamos a la terminal terrestre de Ipiales, donde ella dormiría. Una vez allí, tuvo la iniciativa de propiciar la conversa, pues recordaba el pedido realizado hace días. Imaginamos, además, que no quería estar sola.


Luis B. (25 años) es del estado venezolano de Barinas. Su nombre “artístico” y con el que se identifica es Verónica Dantes, símil del nombre de la sexy y vengativa protagonista de la telenovela mexicana "La Patrona", como lo reconoció ella misma. Sin embargo, durante el periplo caminante prefirió tan solo asumirse como Luis.


Ella salió hacia Cúcuta (Colombia), junto a dos amigas, también transgénero, hace casi un año. Con sus últimos ahorros, costeó tanto su pasaje como el de sus amigas. La salida fue repentina: "con Dios en la mano y en el corazón".


Verónica se fue, entre otras razones, porque "la comunidad GBLTI, hoy en día, no está aceptada del todo y, en Venezuela, se ve mucho bullying". Por otro lado, la opción migrante -aunque sea pedestre- fue la oportunidad para conocer otras culturas y aventurarse hacia una nueva vida.


Caminando y en aventón, Luis recorrió varias ciudades de Colombia y llegó hasta Tulcán (Ecuador). Desafortunadamente, no ha podido radicarse en las dos ciudades en las que se sintió más a gusto, estas son Bucaramanga y Cali. Ahí, ella sintió "la envidia de la misma gente del país de uno y el rencor, especialmente, de las mujeres".


Verónica nos comentó que ella nació gay, pero que hay otras personas que “se hacen”. Tuvo una infancia rebelde. Desde adolescente, trabajó en la prostitución y también tuvo problemas con las drogas, pero, "gracias a Dios" se recuperó. En Cali, trabajó de estilista y maquilladora.


Cuando salió de Venezuela, Luis llevaba "una maleta llena de sueños que se han roto poco a poco. No se han podido cumplir". Quiere regresar a Venezuela "pero no con los brazos cruzados, sino con algo". Con cada paso, fue deshaciéndose de ropa y accesorios de Verónica, conservando tan solo su maquillaje, que, para entonces, estaba a punto de acabarse. Luis espera volver a ver a su abuela, su razón de vivir.


Después de compartir algunas horas conversando con Luis, cenamos juntas. Afortunadamente, encontró a algunos de los venezolanos con los que había estado en días anteriores, quienes también estaban prestos a dormir en la terminal. Se pusieron al tanto de la jornada de cada una; seguido a eso, nosotras nos retiramos del lugar.


Al día siguiente encontramos a Rafael A., uno de los conocidos de Verónica, quien estaba con Airlender P., ambos también caminantes migrantes venezolanos, con los que conversamos y caminamos durante aquella mañana. Se dirigían a las afueras de la ciudad por el norte, junto a cinco amigas más. Todas estaban regresando a Venezuela.


Al medio día, Luis Verónica se integró al grupo que estaba retornando, acompañada de un hombre. Al vernos fingió no conocernos. Ni siquiera saludó. Imaginamos que ya no se sentía ni sola ni melancólica, o tan solo necesitaba hacer otras amigas.


[1] En Ecuador y Colombia, de manera despectiva se llama de esta forma a las personas venezolanas.


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