“No vine caminando porque quise, no: me tocó, me robaron”. Víctor S., un abogado de 38 años, oriundo del estado venezolano de Anzoátegui, fue asaltado junto a otras pasajeras en el bus que las movilizaba hacia la frontera colombiana. No contar con recursos económicos es la situación que motiva a miles de personas que han salido y siguen saliendo de Venezuela, y ante esto ir a pie es la mejor opción.
En medio de la crisis en Venezuela, Víctor llegó al límite. Decidió dejar su país, pues garantizar el propio alimento y el de su familia era insostenible. La experiencia caminante de Víctor, también tiene como punto de partida el modelo político y económico actual de Venezuela, que ha generado una situación social, política y económica compleja: “Miles de personas vinimos huyendo de una dictadura, porque al final es una dictadura. Cuando te limitan de lo que tú quieras, de comer lo que tú quieras, ya es una dictadura. Ahí hay que hacer lo que digan ellos, es así; porque si estamos en un país democrático uno tiene que comer lo que uno quiera”, narra.
Víctor se aventuró. Él recuerda que salió emocionado, sin rumbo a un destino específico, para trabajar por su familia. “Dios me mandó una niña y fue cuando abrí los ojos y le dije a mi esposa, me voy y me decido. Vendí unas cuantas cositas que tenía en mi casa, vendí unos cauchos del carro y me decidí”, cuenta Víctor.
En el asalto, perdió documentos, dinero, celular, computadora portátil y otros objetos personales; además, los zapatos. Tan solo pudo conservar el equipaje almacenado en la bodega. Una vez iniciada la marcha, Víctor optó por el desasimiento material diario: “cada que íbamos caminando y descansábamos de noche, revisaba cosas que iba botando, porque era mucho peso. Al final llegué aquí [Quito] con el bolsito y una maleta con tres camisitas, tres pantalones, mi cobija y mi almohada que nunca las boté y mi paño. Eso era lo esencial que caminaba conmigo”.
Víctor pasó por trocha, durmió en la calle, se aseó en una plaza pública, pidió colaboración a las transeúntes. Y es que toda caminante venezolana, generalmente, atraviesa estas duras vivencias. También por experiencias gratificantes, como recibir alimentación, hospedaje, movilización, dinero en efectivo y, en el mejor de los casos, la anhelada oportunidad laboral. Víctor, así como la mayoría de caminantes venezolanas a quienes hemos tenido la fortuna de encontrar y escuchar, destacan que la colaboración brindada en el trayecto ha sido, especialmente, de las personas colombianas.
En el contexto de la migración venezolana de a pie, toda persona realiza el recorrido de manera pedestre y haciendo cola.[1] Todo depende del estado anímico y la suerte que día a día cambia. Víctor, por ejemplo, recorrió Colombia hasta Quito en veinticinco días, cuatro de los cuales permaneció en Cúcuta, mientras decidía si su destino sería Ecuador, país donde se encontraba su primo. Además, durante el trayecto, tuvo que permanecer siete días en Bogotá por una enfermedad que le sobrevino en el camino.
Entre caminar y hacer cola, Víctor superó Cúcuta, Pamplona, el Páramo de Berlín, Bucaramanga, Tunja, Bogotá, Ibagué, Pereira, Cali, Popayán, Pasto e Ipiales. Su camino estuvo a punto de detenerse en el puente internacional de Rumichaca, debido a sus documentos personales vencidos; no obstante, le aconsejaron cruzar sin registro y continuar. Así lo hizo.
En el bus hacia Quito, en la revisión de la alcabala,[2] a la salida de Tulcán, exigieron que bajara del bus; “ahí sí se me fueron las lágrimas y dije déjame pasar. Si tú me devuelves, yo voy a seguir caminando. Mira, estoy cerquita a la orilla, no me voy a devolver. Y expliqué mi situación. Al final seguí y aquí estoy”. Actualmente, Víctor está en la capital ecuatoriana desde abril de 2018.
Víctor se piensa a sí mismo como un migrante que no encaja en el concepto, generalmente, considerado y aceptado por la academia. Escuchando sus palabras y tono de voz, percibiendo sus gestos y en sintonía con su sentir, parece ser que Víctor más que migrante se entiende como exiliado o autoexiliado: “El venezolano no es migrante. La persona migrante es quien migra de un país aún con futuro. A nosotros no. Nos tocó a juro.[3] A la mayoría que usted pregunta, a la mayoría de venezolanos, ninguno queríamos salir del país, ninguno”. Víctor es enfático al señalar que en Venezuela no hay futuro y por esto se vieron obligados a salir del país, aun sin quererlo.
[1] Dicho popular venezolano que refiere al acto de pedir traslado gratuito a los vehículos que transitan las carreteras.
[2] Las personas venezolanas llaman alcabala a la aduana.
[3] Dicho popular venezolano que refiere a obligación, deber, tener que.
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