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Foto del escritorpaisajesmigrantesandinos

Solo salimos de casa: somos privilegiadas

Actualizado: 31 dic 2019

La caminada hacia Caracas inició el 28 de octubre de 2019, en el sur de la ciudad de Quito, causalmente, donde terminó el anterior proyecto de arte caminando (walking art), también puesto en obra por la mutual creativa papelito no más es (PNME). Ahora, estamos caminamos Paisajes Migrantes Andinos, un proyecto de creación de artes plásticas y visuales posible, asimismo, con el apoyo del Instituto de Fomento de las Artes Innovación y Creatividades (IFAIC). Vamos con los brazos abiertos hacia la con-versa y la con-vivencia, tratando de trascender la tolerancia para ejercer el encuentro y, verdaderamente, ser privilegiadas al lograr abrazar a las otras.


El lugar-cuerpo cómodamente vestido con el pantalón favorito del último año, una camiseta de manga larga y cuello de tela delgada y abrigada, un par de medias, un saco que en ocasiones funciona como camiseta y los zapatos del diario (deportivos). Carga una mochila de 16 libras, peso total de la suma del contenedor y el contenido: un pantalón, una camiseta, un saco, dos pares de medias, una bufanda, un gorro de frío, tres interiores, una chompa y dos impermeables. También, útiles de aseo, una grabadora de mano, una memoria usb, una cámara de fotos, un celular y sus respectivos cargadores. Además, un diario de viaje, una carpeta plástica con hojas en blanco y un estuche con útiles para dibujar y pintar. Mientras, pluma, mi compañero de camino, lleva en su equipaje objetos similares y, en lugar de útiles de aseo y de dibujo, dos bolsas de dormir. No llevamos nada para comer, por ahora está asegurada la alimentación: somos privilegiadas.


Solo y solas salimos del lugar-hogar a caminar el lugar-mundo, para conversar con caminantes que vienen desde Venezuela a otros países andinos, como Ecuador. “Nos fuimos a volver”[1] caminando hacia el encuentro de personas migrantes de a pie, en la espera de escuchar cómo se hace vida caminando y en parte, practicarlo.


El caminar de largo aliento requiere de ligero equipaje. Para esto, imprescindible es el desasimiento material: ¿Qué lleva en la mochila quién camina para migrar? La primera necesidad diaria a satisfacer es la alimentación: ¿cómo se consigue la comida mientras se camina? Cuando el caminar es sostenido en varios días consecutivos, se suma la necesidad de conseguir hospedaje al caer la noche: ¿dónde descansa y duerme quien camina en condición de migrante pedestre? Por ahora, para nosotras, también está asegurado el hospedaje: nuevamente, somos privilegiadas.


Caminar para hallar veintiún experiencias caminantes entre millones; vivencias de venezolanas caminantes en situación de migrantes, para hacerlas públicas. Andar en sentido contrario a la ola migratoria que va desde el norte de Suramérica en dirección al sur del sur. Transitar para escuchar más que para hablar, práctica nunca enseñada y siempre accionada en la aprehensión. Desplazamiento sin ganas de preguntar del tema, pues es acto violento en el contexto mismo de la movilización pedestre forzada.


Recorrer con ansias de escuchar, acto de empatía básico para compartir. (Re)conocer la otredad no en quien llega a un lugar como forastera, sino, en quien nunca se va, en la nativa del lugar. Circular intencional de una comunidad de dos personas, más allá de motivos deportivos y recreacionales, sino también porque estamos las que caminamos porque queremos; porque sí, porque podemos, porque, una vez más, somos privilegiadas.


Ir sabiendo que aun hoy –en plena época de movilidad y a pesar de las vicisitudes del camino– caminar posibilita perseguir la esperanza de alcanzar mayores oportunidades –la migración a pie en la región andina diariamente lo demuestra–; de manera que, en principio, la acción de caminar sigue siendo un acto de supervivencia. En este sentido, seguimos siendo privilegiadas.

[1] Expresión usada coloquialmente en Ecuador para indicar un inminente retorno.


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